Líneas Quadratín
In memoriam.
Por: Fabián Arturo Cabrera Bertoni
ma.paoladaud
El pasado miércoles 03 de septiembre, Amnistía Internacional dio a conocer que México tiene el primer lugar de muertes por COVID-19 en personal de salud a nivel mundial, liderando con 1,320 decesos confirmados.
Habitualmente el reconocimiento de las heroicas hazañas durante la pandemia del virus SARS-CoV2, es otorgado sin titubeos, al personal de salud hospitalario que somete su vida a un peligro inminente por preservar la existencia de sus semejantes. Sin embargo, existe una estructura prácticamente invisible y que no ha sido reconocida como debiera.
Narraré de manera somera como se articula esta estructura, en reconocimiento de aquellos que han acaecido por México.
Manejo prehospitalario.
Los paramédicos de distintas fuerzas, el personal de seguridad y los call centers han jugado un papel crucial durante la epidemia en México, exponiendo sus vidas para asegurar que los enfermos lleguen a los hospitales en las mejores condiciones posibles. Pese a los bajos salarios, no dejan de portar el uniforme con orgullo y no dejan de actuar con genuino humanismo. En este eslabón de la atención me permito mencionar a los médicos que trabajan en los consultorios de las farmacias y que también han arriesgado y dado sus vidas por procurar por la salud de aquellos pacientes que no tienen derechohabiencia. Varios de ellos han sido héroes que han fallecido en total anonimato.
Manejo hospitalario.
De la totalidad del personal de salud infectado por COVID-19, el 27% representa al personal médico. La vida del ejercicio médico se narra entre la vida y la muerte de los pacientes, entre las páginas de la enfermedad y la victoriosa recuperación. En México cada año ingresan miles de médicos a las diferentes escuelas y facultades de Medicina. En el primer día de clases, el joven estudiante de medicina no piensa si su escuela es una prestigiosa universidad pública o privada. En muchos de los casos, la emoción del primer día de clases es tan grande que ni siquiera se preocupan si su escuela está certificada por la COMAEM, pues en la mente del joven estudiante de medicina solo existe un objetivo: Salvar vidas teniendo como herramienta el estudio. Esta noble intención puede ser motivada por el loable humanismo, por el lucrativo negocio que hoy representa la salud o por seguir una tradición familiar. La mayor parte de los médicos anhela trabajar en el medio hospitalario.
Habitualmente la carrera médica es muy larga y azarosa. Pese a que la mayor parte de escuelas y facultades de medicina del país han disminuido el plan curricular, el joven médico se enfrenta a múltiples retos al terminar la carrera y nadie espera debutar frente a una pandemia.
El internado rotatorio de pregrado es un reto que con el paso de los años se ha relajado en cuanto a la formación estricta, pero no por ello ha dejado de tener un importante desgaste físico, mental y emocional. En antaño, los médicos internos de pregrado (MIP) tenían la oportunidad de interactuar más con los pacientes, tanto en lo clínico como en lo quirúrgico. Hoy las labores de un MIP se limitan al llenado de ingresos, envío de muestras a laboratorio y a realizar pendientes menores. Las labores administrativas de los médicos en formación se han acentuado conforme la vulnerabilidad a demandas médico-legales alcanza a los hospitales públicos y privados, pues los departamentos de calidad hospitalaria se centran en que los expedientes estén completos y ordenados. La labor operativa básica del médico general en formación se ha trasladado completamente a la formación de los médicos residentes y en esta brecha me permitiré describir un fenómeno justo de mencionar.
El caso del personal de enfermería.
El personal de enfermería ha actuado como un amortiguador en la atención del médico-paciente, resolviendo el 80% de los procesos del servicio clínico, llegando a absorber funciones que en origen eran de los MIP. Esto no ha sido reconocido lo suficiente por la sociedad y mucho menos ha sido remunerado por las instituciones de salud. Este hecho explica que el 42% del personal de salud afectado pertenece a la rama de enfermería. Las actividades del cuidado general de los pacientes suelen ser riesgosas y extenuantes. Quien haya tenido la necesidad de cuidar a un familiar enfermo en casa me dará la razón, pues cuidar a un enfermo es una actividad que puede resultar desgastante, sobre todo en los sobresaturados hospitales públicos. Entre el cambio de sondas, tubos, pañales y demás servicios humanitarios que proporcionan enfermeras y enfermeros, he sido testigo del desdén con el que muchos médicos aprecian estas actividades, relegando lo que en un inicio correspondía al médico.
Asimismo, existe personal que articula todas las acciones que aseguran la continuidad de la operación: el personal de intendencia que pasa jordanas interminables limpiando fluidos de alto riesgo biológico y que a juicio de Amnistía Internacional son más vulnerables al no contar con esquemas de seguridad social adecuadas; ingenieros biomédicos que proporcionan mantenimiento y soporte a los equipamientos; personal de inhaloterapia expuesto a nubarrones de virus y bacterias atípicas; camilleros que hoy exponen sus vidas cargando (en el mejor de los casos) las cápsulas de aislamiento de pacientes que diseminan un virus potencialmente mortal. Las nutricionistas que proporcionan el aporte de los alimentos a los enfermos (muchas veces, a escondidas, dan de comer a los familiares que no han probado bocado). El trabajo social que actúa “como los hombres de negro” entorno a la solución de la problemática familiar; el personal de lavandería que no suspende actividades en ningún momento resguardados en pequeños cuartos inundados del vapor del cloro y detergente; los choferes de las ambulancias que al ritmo de las sirenas no dejan de trasladar enfermos día y noche, arriesgando su vida en cada viaje de traslado. El personal de seguridad hospitalaria que procura cuidar la integridad de trabajadores de la salud que han sido agredidos en ejercicio de sus funciones.
El otro 31% de personal técnico infectado corresponde a dentistas, químicos y demás profesionales intrahospitalarios.
Los otros héroes de la pandemia.
El manejo de la epidemia no se relega exclusivamente al personal de salud. Los recolectores de basura se exponen inimaginablemente a los fluidos de todos al igual que el personal que mantiene los servicios urbanos básicos en operación, principalmente agua, energía eléctrica y drenajes. Los empleados bancarios que aseguran que la movilidad de recursos sea efectiva para retornar la salud y economía de todos; los comerciantes de los mercados tradicionales, el personal de los supermercados y los proveedores de alimentos. A los empleados de las compañías de telecomunicaciones que han permitido que el encierro sea más ameno; a los despachadores y choferes de las pipas de gasolina que aseguran la movilidad de las ambulancias; a los empleados que reparten gas a los domicilios para calentar la comida y dar baño caliente a los que se están recuperando de la COVID-19. A los choferes del transporte público, repartidores de alimentos y medicinas; a los psicólogos que atienden la desesperación humana. Finalmente mencionar a todos los empleados funerarios que, a pesar de las restricciones en servicios fúnebres, han dado confort a las familias que han perdido a un ser querido. Miles de ellos han acaecido en el anonimato.
Para la reflexión y la honra.
Cuando prepares la cena no olvides que alguien trasladó tus alimentos desde algún punto de la República Mexicana y que el gas que hay en tu estufa fue traslado bajo el riesgo y el temor de un chofer que dejó a su familia en casa para ir a trabajar y darles sustento. De todo servicio que hay en tu hogar, alguien tuvo que salir del suyo para que tu estés bien.
Cuando te inviten a una fiesta, piensa en todos aquellos héroes que ofrendaron su vida en el encierro hospitalario.
Nos faltaría bronce para erigir estatuas conmemorativas que honren la memoria de aquellos que han ofrendado sus vidas por el bien del país. La única forma de honrarlos es cortando la cadena de contagios para evitar más muertes: Usar el cubrebocas es la única forma verdadera de honrar su memoria hasta no tener una vacuna o tratamiento eficaz.
Por lo pronto, este 02 de noviembre será particularmente inolvidable y en la cena de navidad habrá muchas sillas vacías. Miles de familias mexicanas resentirán la epidemia por años y no habrá homenaje que logre resarcir sus dolorosas pérdidas.
Descansen en paz.
Fabián Arturo Cabrera Bertoni es Médico cirujano, Maestro en Administración de la Salud y candidato a Doctor en Administración y Políticas Públicas. Obtuvo la Medalla al Mérito en Protección Social en Salud del Gobierno Federal en 2014 y fue galardonado con el Premio Nacional de Salud de la COPARMEX en la categoría empresarial en 2018. Actualmente se desempeña como Conciliador Nacional en Mensa, México, «The High IQ Society».