Líneas Quadratín
No se detiene la pulsión rencosa y vengativa de López Obrador.
Más aún, en plena pandemia, lo que menos importa son los miles de muertos registrados; los miles que vendrán y menos la suerte de los miles de médicos y enfermeras que todos los días se juegan la vida.
Lo único importante, para el presidente López, es la venganza; denostar, difamar, castigar y contener a sus adversarios; imaginarios o reales, sean oponentes políticos, empresariales o mediáticos.
Y la más reciente de esas pulsiones vengativas fue la inexplicable decisión de convertir la otrora Residencia Oficial de “Los Pinos” –por meses convertida en Museo--, en “barracas” para “el descanso” de médicos de quién sabe qué hospitales.
¿De verdad algún médico o enfermera puede descansar en esas “barracas” sin los mínimos de higiene, privacidad y decoro, en que el presidente Obrador decidió convertir a “Los Pinos”?
Está claro que si le importan los trabajadores de la salud y su bienestar, resultaba más barato --al gobierno y al presidente--; y más saludable, higiénico, confortable y eficiente, utilizar hoteles aledaños a los hospitales.
Pero está claro que nada de eso le importa a López; lo cierto es que habilitar la otrora Residencia Oficial de “Los Pinos” parece parte de un potente mensaje populista, de Obrador, a un poderoso adversario, emergente, que amenaza con ser obstáculo para las locuras de AMLO
Y es que, en las últimas semanas, apareció en la escena política un oponente de peso pesado que, como pocos, puede meter en aprietos al presidente Obrador y a su gobierno.
Y no hablamos de un político en particular sino, en general, de una corriente política; la misma corriente que en la segunda mitad de la década de los años 80 confrontó al entonces presidente, Miguel de la Madrid, y que sacó del PRI, al ala progresista del viejo partido tricolor.
En efecto, si lo dudan, todos han visto en escena a Porfirio Muñoz Ledo, hoy convertido en tibio opositor a las ambiciones dictatoriales y sin límite del presidente Obrador.
Pero según las intrigas y los intríngulis de Palacio –la casa del rey Obrador--, detrás de Muñoz Ledo estaría, igual que en los años 80 del siglo pasado, Cuauhtémoc Cárdenas, el mítico líder opositor que, casualmente, es el padre político de López Obrador.
En efecto, en los pasillos de Palacio, en los corrillos, en alcobas y corredores se habla de supuestos encuentros “secretos” entre Cárdenas, Muñoz Ledo y una veintena de políticos e intelectuales que estarían preparando una suerte de manifiesto para exigir al presidente Obrador un golpe de timón; el regreso al curso democrático, la rectificación inmediata y acciones urgentes ante las pandemias sanitaria, económica y petrolera.
Según las “comadrejas” de Palacio, desde la soledad del poder, el nuevo rey mexicano encontró el mensaje perfecto para el que pudiera ser –ya hoy--, su adversario más formidable; su mentor, Cuauhtémoc Cárdenas.
Si, el disparate de convertir “Los Pinos” en “barracas” para médicos y enfermeras, parece más bien un disparo de odio lanzado contra la familia Cárdenas, cuyo patriarca, el expresidente, fundó, bautizó y fue el primer huésped de “Los Pinos”, hasta diciembre de 2018 casa de los presidentes.
Resulta que, al llegar al cargo de presidente, Lázaro Cárdenas del Río consideró que El Castillo de Chapultepec –hasta entonces la casa de los presidentes mexicanos--, era un recinto ostentoso y monárquico que, por esa razón, ofendía a los ciudadanos.
Por eso decidió vivir en una casa acorde a la investidura presidencial. Se decidió por la casa del rancho La Hormiga, en Molino del Rey; edificación enclavada en el corazón del Bosque de Chapultepec, que fue remodelada para ser habitada por el presidente Cárdenas.
La remodelación, como queda claro, incluyó el cambio de nombre. ¿Por qué bautizarla como “Los Pinos”?
Porque ese era el nombre del huerto –en Tacámbaro Michoacán–, donde el general Lázaro Cárdenas conoció por primera vez a su esposa, Amalia Solórzano y en donde “hacía la visita” a lo largo del noviazgo.
Pero ese no es el único valor sentimental para la familia Cárdenas.
En “Los Pinos” pasó buena parte de su infancia el niño Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, a la postre, el padre político de AMLO.
¿Y eso a quién le importa…? Podría preguntar un despistado.
Pues resulta que cualquiera que conozca la mente perversa de López Obrador entendería que convertir “Los Pinos” en barraca para médicos y enfermeras, sería entendido como mensaje del poco aprecio de Obrador por los afectos de los Cárdenas.
Y es que, si tiene pico de pato, cola de pato y grazna como pato, tenemos derecho a suponer que se trata de un pato; de un mensaje de López a Cárdenas. ¿O no?
Al tiempo.