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CANCÚN, QRoo, 30 de diciembre de 2019.- Siempre fue un ejemplo para sus compañeros y contrarios. Su gran sonrisa con hoyuelos, su enorme sencillez y esas manos grandes con dedos deformados — como artríticos– por tanto contacto con el balón, que lo mismo firmaban con dificultad autógrafos que daban una palmada confortable, hicieron de Miguel Marín un baluarte del futbol mexicano, ya que su calidad como portero es indiscutible y aún a 28 años de su muerte se le recuerda con respeto y con cariño.
Su intervención en el futbol mexicano no fue fugaz, permanece la añoranza, es imborrable en la memoria del mundo deportivo.
Fue, sin duda, el mejor cancerbero extranjero que ha militado en el futbol mexicano, un arquero que siempre defendió el marco del Cruz Azul y encendió en los niños, ese deseo de ser portero, mucho antes que los mexicanos Jorge Campos o Guillermo Ochoa.
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