Líneas Quadratín
Libros de ayer y hoy
Los viejos, como dioses vencidos, víctimas del escarnio social
Teresa Gil
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En México se celebra el Día Nacional de la Persona Adulta Mayor el 28 de agosto, en medio de la aportación primaria, en algunos casos fundamental, del estado, pero sin que la sociedad en su conjunto se involucre. Y sin que dentro de los males que los afectan, se mencionen los méritos, los logros y la actividad que miles de ancianos todavía ejercen a diario en altos niveles. Lo que suele destacarse son los principales problemas que enfrentan muchos de ellos y que se dan en el seno familiar y en el entorno social en el que viven. Resulta alarmante que sea en el ámbito parental, donde, como en el caso de las mujeres agredidas, asesinadas, violadas, los ancianos se topen con la violencia en el lugar en el que deberían de estar más seguros. Suele darse la cifras de más 20 mil denuncias por agresión física solo en la Ciudad de México, 27 por ciento por negligencia. Pero esos datos no se consideran reales porque miles de ancianos no denuncian las agresiones; hay además la permanente sevicia contra ese tipo de personas -alrededor del 10 por ciento de la población mexicana-, abandono, desprecio y omisión, que suele llevar a un estado de depresión que puede conducir al suicidio. La Organización Mundial de la Salud (OMS) informa que para el año entrante, la depresión podría ser la segunda causa de discapacidad en los ancianos. La fecha de celebración de los que consideran abuelos, aunque muchos no lo son, sirve para enumerar las múltiples causas que afectan a esa edad, pero pocas veces se destacan sus logros, sus aportes, la vida de muchos ancianos en la actividad y la lucha que muchos dan pese a los obstáculos por permanecer vigentes. El que la mesa directiva de la Cámara de Diputados sea encabezada por un hombre de 86 años como Porfirio Muñoz Ledo es uno de esos ejemplos. El propio presidente de la República tiene más de 65 años y poetas, escritores, científicos, académicos, et al, rebasan en muchas ocasiones los 70 y 80 años; el rector Pablo Casanova y la legisladora Ifigenia Martínez, tienen más de 90 años, otros ejemplos.
LA INSERCIÓN DE LA TERCERA EDAD, EXPLOTACIÓN, RETROCESO Y ABUSO
La ancianidad, que en México se configura de los 60 años en adelante, no es sino la continuación de un proceso que no puede cambiar de un día para otro. Eres adulto un día, y al día siguiente un anciano, un adulto mayor, cosa absurda. De hecho el ámbito laboral impone desde antes, el rechazo a las personas que acumulan años sin ser ancianos. La inserción está acorde con el uso inhumano del sistema económico, pero también del manejo utilitario de las familias. En México, miles de ancianos trabajan gratuitamente para empresas de autoservicio que acumulan millonadas anuales, gracias a servicios que no pagan. Eso lo permiten y lo aprueban las instituciones laborales. Pero hay otro fenómeno que se generaliza en algunos sectores, el del uso del anciano como criador y cuidador de niños y parte de los trabajos domésticos de una casa. Los que deben de ser actos de apoyo y solidaridad para mantener activo al anciano, se convierte en una obligación. Las mujeres ancianas son las más afectadas, sobre todo en un entorno socialmente injusto en donde existen más de 5 millones de madres solteras que trabajan y alguien tiene que cuidar, criar y atender a los niños y el hogar. Esa es la continuación de la vida de los ancianos y de sus años últimos. La inserción no se da para bien, salvo algunos casos en los que el anciano ya estaba inserto en la política, la academia, la empresa y otros sectores, por mérito propio.
LOS VIEJOS, COMO EL DIOS VENCIDO RA, VÍCTIMA DEL ESCARNIO: MONCADA GIL
Don Chente es un bello cuento del académico y filósofo Carlos Moncada Gil. La Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) ha hecho concursos literarios entre los alumnos, en los que la obra concursante es un libro. El de Moncada Gil Los cuentos de Ariel, premiado, consta de 13 cuentos publicados en la recopilación Premio Diana Morán de poesía, cuento y ensayo (UAM 1993). El filósofo vincula a un viejo oficinista del que todos se burlan, con Ra, el que fue el más grande dios de los faraones en Egipto; Ra, dios del cielo y del origen de la vida, deidad todopoderosa símbolo de la luz solar, el que al envejecer dejaron de respetar y se burlaron de su aspecto senil. El dios crea entonces a la diosa Sekhmet que se venga en su nombre. Pero Ra, quien fue padre de Osiris en esa mitología egipcia, es bondadoso, perdona a los hombres, al final revela su nombre secreto y surge el dios Horus que reina después de él. En el cuento se describe a un anciano oficinista, del que se burlan y le gritan que cuente una de viejitos. Y entonces don Chente rememora la historia de Ra, el dios que dominaba el universo y la luz del día y se refiere ante aquellos gañanes, a la búsqueda de un nuevo sol, de un sol interior “que es la memoria de toda cosa vista y amada. Esta es la tarea de sobrevivencia que me propongo -dice como lo hacen muchos ancianos-, más difícil todavía”. Reproduzco la parte final del cuento, para observar como, ante la presencia superior de don Chente, la gente se sigue burlando:
DON CHENTE
“El viejo imperturbable, puro, igual que un peñasco que resiste el escarnio de las olas. se levanta dificultosamente, camina apoyándose en el bastón, lento, pausado, para no agotar el instante saboreado, mientras uno le pega una cola de papel en la parte posterior del saco y lo despiden con palmadas de risa, y luego se aleja, ligeramente encorvado, como un dios vencido”.