Indicador Político
Libros de ayer y hoy
Teresa Gil
La utilización del nombre y con fines de propaganda permanente, de un personaje como Emiliano Zapata, es válido en la medida que se propagan sus principios y su lucha y lo es, como figura fundamental de la Revolución Mexicana. Un hombre que dio la vida por sus ideales. ¿Pero es válido que alguien acapare el nombre, el recuerdo, la esencia de los postulados que diseñó junto con otros revolucionarios en el Plan de Ayala, para que, por motivos políticos y odios ideológicos, se trate de concentrar, acaparar, embuchar a una figura que en principio es de todos los mexicanos? ¿es válido que algunos familiares de tercera y cuarta generación, y opositores, denigren a quienes formal y por cuestiones históricas realizan homenajes a ese personaje, y los llamen secuestradores? ¿Hasta que punto un sector que se cree dueño de Zapata puede llevar su inquina y desapego y confunde valores específicos tradicionales e históricos, con cuestiones de resolución temporal para seccionar a héroes que son nuestros y utilizarlos como punto de embate y confrontación?
LOS PRÓCERES, HÉROES Y GRANDES LUCHADORES HISTÓRICOS, SON DE TODOS.
La disputa por Emiliano Zapata y su apropiación por unos cuantos, desmerece la principal intención del llamado Caudillo del sur, cuyo plan tenía un sentido universal. El acaparamiento de personajes, muy común en otros renglones, nos dejaría huérfanos a muchos si en la práctica se realizara. Imagínense a los oaxaqueños apropiándose de Juárez, a los guanajuatenses quedándose con Hidalgo, a los Michoacanos con Morelos y Cárdenas y así por el estilo. Parece una broma pero la actitud de los que se autollaman modernos zapatistas, se observa así. Unos cuantos se apoderan de un personaje, de sus legados y atropellan y descalifican a los que lo mencionan con justicia. No hemos visto a esos grupos en el sentido inverso repudiando a personajes nefastos como Díaz Ordaz que cubrió el país con placas y algunas estatuas suyas, a Echeverría, Salinas de Gortari y a otros priístas y panistas regodeándose en el país con sus nombres. El ex rector que hizo una campaña para eliminar de Chapultepec la estatua de un dictador de Azerbayán, nunca dijo nada en contra de las muchas placas que ostentan el nombre del Díaz Ordaz, el agresor de Tlatelolco.
UN PLAN, EL DE AYALA, PARA UN CAMPO ABANDONADO POR DÉCADAS
El famoso Plan de Ayala, firmado por Emiliano Zapata y Otilio Montaño y por 40 capitanes y coroneles el 28 de noviembre de 1911, está escrito a mano con una bella caligrafía que todavía se entiende y es resguardado en el Archivo General de la Nación. Se presume que hubo una copia escrita a maquina por un sacerdote. Está reproducido en libros y documentos. Analistas hacen notar que jamás se menciona la palabra indios o indígenas y que solo se refiere como principales destinatarios a Los hijos de Morelos, estado donde nació Zapata. Si se compara con el Plan de San Luis que firmó Francisco I. Madero el 8 de octubre de 1910 para convocar a la Revolución, es más radical, repudia al propio Madero porque según se apunta traicionó la causa revolucionaria, pero no deja de mencionar el Plan de San Luis al que se adhiere. En efecto el Plan de Ayala es más radical, llama a enfrentar con la fuerza de las armas a los terratenientes y hacendados que se apropiaron de las tierras de los campesinos y propone varias fórmulas para retribuir legalmente -porque paradójicamente se apoya en la ley-, las tierras que se recuperen. Se mencionan los términos expropiación, amortización como la juarista aplicada a los bienes de las iglesias, radicalización en contra de los traidores, de hecho se hace notar que Zapata mandó fusilar al padre de Pascual Orozco. Este fue un destacado general que había sido nombrado por el zapatismo Jefe de la Revolución Liberadora y a quien ya en ese entonces, se le consideraba un traidor. Una de las principales diferencias con Madero es que éste se comprometió a restituir a los campesinos las tierras que les habían arrebatado y no cumplió por falta de tiempo. Madero apenas estuvo en el gobierno un año y tres meses y medio, antes de ser asesinado el 22 de febrero 1913. Tomó la presidencia el 6 de noviembre de 1911, ¡22 días antes de la firma del Plan de Ayala, que lo proscribía! Un poco acelerado el Caudillo del sur: quería que en un lapso de 22 días, en un México revuelto, se cumpliera la oferta del Plan de San Luis, como ahora muchos exigen resultados a AMLO a menos de cinco meses de gobierno. Zapata fue asesinado el 10 de abril de 1919 -sobrevivió a Madero 6 años y no restituyó la tierra en ese lapso-, en una emboscada que le tendió el carrancista Jesús Guajardo. El prócer y el caudillo murieron, en su momento, a los 39 años de edad.