Avanzan trabajos de mantenimiento en la Escénica en Acapulco
CIUDAD DE MÉXICO, 12 de julio de 2018.- La fuerza de la naturaleza que recientemente generó devastación en diversas entidades de la nación, también ha develado secretos que la historia aún tiene guardados.
Ejemplo de ello es el hallazgo de una subestructura localizada por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en el interior de la pirámide de la Zona Arqueológica de Teopanzolco, en Cuernavaca, Morelos, y que posiblemente corresponde a la ocupación más antigua del sitio.
En conferencia de prensa, Isabel Campos Goenaga, directora del Centro INAH Morelos, destacó que durante los trabajos de consolidación y restauración de la estructura principal de Teopanzolco —que fue de las más afectadas por el sismo del 19 de septiembre de 2017—, encaminados a reforzar su núcleo, al hacer las calas y pozos de sondeo para llegar al centro y ver las condiciones en las que se encontraba, se descubrió tal vestigio.
“A pesar de lo que significó el sismo, hay que agradecer que por este fenómeno natural apareció esta importante estructura que cambia la datación del sitio arqueológico”, dijo, según detalla un comunicado del Instituto.
Afirmó que Teopanzolco, además de ser considerado uno de los sitios más importantes de los tlahuicas en la región, este hallazgo lo ubica dentro de las primeras etapas de lo que posteriormente sería el periodo mexica.
En esta labor, encabezada por la arqueóloga Bárbara Konieczna, del Centro INAH Morelos, con la colaboración de su colega Georgia Yris Bravo López, se descubrieron los muros de un posible templo con una banqueta y restos de una pilastra estucada que sostenía un techo; al parecer, se trata de los vestigios de la primera etapa constructiva de la pirámide de Teopanzolco, cuya antigüedad podría corresponder al periodo Posclásico Medio (1150-1200 d.C.), de acuerdo con las características de su sistema constructivo.
“Ese hallazgo cambia la cronología de Teopanzolco, ya que primero fue construido el basamento descubierto y después, a imagen de ese tipo de construcción, se edificó el Templo Mayor en Tenochtitlan. No es que los mexicas hayan aportado ese estilo arquitectónico a esta región, al contrario, las construcciones tlahuicas los inspiraron para construir el Templo Mayor”, aseguró Bárbara Konieczna.
Tras el embate de la naturaleza, entre las diversas afectaciones que presentó este sitio patrimonial, cuya cronología principal se ubica en el Posclásico Tardío (1200 a 1521 d.C.), la pirámide sufrió un considerable reacomodo del núcleo de su estructura.
El daño más grave se situó en la parte superior, donde se ubican los templos de Tláloc y Huitzilopochtli; ahí, el piso entre ambos adoratorios se hundió e inclinó, lo que puso en peligro su estabilidad. Para verificar los daños en el núcleo de la edificación y realizar los trabajos para su recuperación, se abrieron dos pozos de sondeo, uno en el interior del templo de Tláloc y otro en el pasillo que separa los oratorios.
Previamente, se realizaron estudios con un georradar del Laboratorio de Geofísica de la Coordinación Nacional de Arqueología del INAH, encabezado por el doctor José Ortega. Luego de los análisis hechos a la estructura piramidal y en la plataforma de Ehécatl, ubicada en el lado noroeste de la plaza y la cual también resultó dañada, se decidió intervenir el monumento arqueológico.
Bárbara Konieczna, responsable de la zona arqueológica, explicó que debido a la humedad acumulada en décadas y a la fuerza del movimiento sísmico, el núcleo de la construcción estaba en muy mal estado de conservación: la tierra se deslavó dejando grandes oquedades entre las piedras, lo que causó su inestabilidad y los daños mencionados.
Por su parte, la arqueóloga Georgia Bravo López detalló que aproximadamente a dos metros debajo del nivel del piso que actualmente tiene la parte superior de la pirámide, se localizaron los vestigios de la subestructura, cuyo patrón arquitectónico es muy similar al del templo actual: muros de doble fachada hechos de piedras alargadas, bien cortadas y lajas, recubiertas de estuco al exterior y una banqueta que no es continua.
En el pozo ubicado entre los templos se encontró una pilastra recubierta con estuco que presenta una base inclinada, semejante a las que sostenían los techos de los templos exteriores. Sobre este último elemento arquitectónico, la arqueóloga Bárbara Konieczna refirió que los techos pudieron ser de material perecedero, ya que no se ha encontrado ninguna evidencia de la posible cubierta de mampostería, a diferencia de la techumbre de los templos dobles del Templo Mayor, en la Ciudad de México.
Lee más en Quadratín México