Libros de ayer y hoy
Por Pablo Hiriart
Para AMLO, su campaña es primero
Mientras los rescatistas todavía remueven los escombros en la Ciudad de México, en Morelos y Puebla en busca de un milagro, López Obrador ya regresó desde la semana pasada a su campaña electoral con gira por el norte del país. Un descaro por el que nadie le dice nada.
Durango y Chihuahua recorrió desde el jueves hasta ayer domingo, en abierta campaña por la Presidencia, con todo y anuncio de reparto de 103 millones de pesos a los damnificados que salieron, dice, del bolsillo de los militantes y dirigentes de Morena.
Pues la verdad es que tiene militantes con los bolsillos muy grandes para juntar en un suspiro más de cien millones de pesos. Ni el Consejo Coordinador Empresarial.
El punto, sin embargo, es otro: no hay autoridad que se atreva a poner un alto a la campaña adelantada de López Obrador ni a los latrocinios de su grupo político.
Debería haber, por lo menos, una sanción social por el proselitismo ilegal de un candidato que no se espera siquiera a que la población acabe de llorar a sus muertos.
Ese castigo social no llega porque gran parte de las redes sociales están controladas por los aparatos de propaganda de ese candidato.
Seguidores de López Obrador han dedicado sus esfuerzos en estos días trágicos a esparcir noticias falsas, a fin de crear un mal ambiente nacional y dar la impresión de un gobierno cruzado de brazos ante los sismos.
Tal parece que sólo saben destruir.
El Financiero publicó una encuesta en la que el 50 por ciento de la población de la Ciudad de México valoró positivamente la reacción del gobierno federal ante el sismo, y sólo 34 lo hizo de manera negativa.
Se trata de una encuesta en la Ciudad de México, la más anti gobiernista del país. Quiere decir que las cosas se hicieron bien y la población lo reconoce.
No significa que le aprueben todo al gobierno -sus errores están a la vista-, sino esta actuación en concreto.
Y ante ello se ha desatado una campaña feroz en medios tradicionales y en redes para desacreditar lo hecho.
¿Todo lo que haga Peña Nieto o el gobierno tiene que ser malo, condenable, motivo de mofa y de escarnio?
Qué enfermos están.
Mientras sus discípulos hacen el trabajo sucio, López Obrador se va de campaña por la presidencia y nadie le dice nada.
Es decir, sólo piensan en la lucha política. Para ellos México no es primero.
Destruyen el ánimo de la población con noticias falsas y rumores mal intencionados. Y por otra parte su candidato sale a conquistar adeptos de manera ilegal y desleal.
Los demás partidos discuten, con una buena dosis de ingenuidad, quién se desprende de más prerrogativas oficiales, y el candidato de Morena usa ese subsidio para hacer gira electoral en tiempos de luto nacional y cuando la ley prohíbe hacerlo.
Aquí en la capital Mancera tendría que cobrarles, por lo menos, los 200 millones de pesos que la ciudad gasta cada año en dar mantenimiento a la Línea 12 del Metro, por cuyo fraude de miles de millones de pesos no hay ningún funcionario importante procesado.
Ellos pueden hacer campaña adelantada y nadie los frena.
Pueden atracar a la Ciudad con una Línea del Metro fraudulenta y no les pasa nada.
Tienen delegados coludidos hasta la nariz con el narcotráfico y se ríen.
Cometen peculado al desviar el sueldo de los empleados de Texcoco para su asociación política y ni siquiera hay una averiguación previa.
Mandan a la muerte a 43 normalistas de Ayotzinapa y le echan la culpa a otros.
Podrán tener el control de las plataformas digitales, redes, y la adhesión de comentaristas y caricaturistas, pero en una de esas y la población se las cobra en julio.