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Bastaron unos metros de caminata para encontrar la primera señal de tragedia en el lugar: una cruz de madera, enterrada sobre el camino de arena amarilla, a pie de los surcos de caña de azúcar
VERACRUZ, 14 de abril 2016.- El primer día de búsqueda de desaparecidos en Veracruz estaba por terminar. Fue cuando un chiflido se oyó más allá de los sembradíos de caña, a las orillas del Río Atoyac. Ahí, el grupo de rastreadores cercó un radio de 20 metros donde encontró un cartucho quemado calibre 20 para escopeta. Al lado, había un aparato sexual con argolla de acero que ensancha la cabeza del pene. Juntos, el arte del erotismo y la locura de asesinar presagiaron un cementerio clandestino, destaca una crónica de Sin Embargo.
El sacerdote de Amatlán de los Reyes, Julián Verónica, ofreció una oración por el grupo de la Primera Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas. Ellos le aseguraron que sería un día tranquilo, que apenas reconocerían terrenos. Sin embargo, las tierras veracruzanas parecían no soportar las ganas de vomitar sus muertos, pues ya esperaba a la gente con lúgubres señales.
Bastaron diez metros de caminata para que los buscadores descubrieran algo parecido a un bazar de la muerte: kilos de ropa marcados con sangre, en su mayoría tallas juveniles, que yacían sobre terrenos rojizos, junto a una cruz de madera en memoria de un ejecutado, explicaban los guías, voluntarios del pueblo amatleco.
Entonces, los mareos y la presión baja asediaron a una madre del colectivo Córdoba-Orizaba, cuando de entre los montones de trapiches revolcados, características físicas de su desparecido se relacionaron con el hallazgo. “No pude contenerme, al menos dos pantalones son de la talla de mi niño. Sé que es difícil que sean suyas, pero me aterra pensar que así lo vaya a encontrar”.
Ante el recibimiento altanero de los campos jarochos, el líder buscador de Iguala, Guerrero, dictó indicaciones, develando a la vez el significado de su colectivo, Los Sabuesos: “Comiencen a picar la tierra con sus varillas, cuando encuentren suelo removido húndanlas hasta donde se pueda, luego olfateen la punta de metal, si huele a carne podrida, entonces comenzamos a escarbar”.
A la mitad de los sembradíos otro líder seleccionaba su punto a indagar: un pozo de 20 metros de profundidad con un agujero donde se encontró el cadáver de Liliana Aguilar Sánchez el pasado 12 de abril de 2012. Según reportes periodísticos, fue víctima de violación. Los hechos acontecieron a 40 metros del objeto sexual hallado por los brigadistas nacionales.
Así transcurrirían cinco horas de búsqueda; bajo el insulto de 35 grados centígrados, refundidos entre cañaverales, a espaldas del ingenio San Miguelito, Amatlán, en la línea divisoria de Atoyac, Veracruz, pueblo donde el pasado 2 de agosto de 2013 policías estatales desaparecieron a 19 personas en cuestión de minutos. A la fecha no hay rastro de ninguno. “Ellos también son motivo de esta búsqueda”, asegura Ana Lilia Jiménez, integrante del colectivo Córdoba-Orizaba.
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