La suerte de Cuitláhuac, el indeseable
La INNEGABLE inercia de juzgar al prójimo
¿Tú verdad? ¿Mi verdad? ¿Mi razón? ¿Tú razón? Un comportamiento que se repite, desde mi juicio, en el ser humano es querer imponer su verdad o su razón como si eso le diera la sabiduría o el reconocimiento de los demás.
No importa lo que traspases, no importa a quién pises o de quién te burles con tal de imponer tu verdad o tu razón.
¿Por qué existen tantos problemas en el mundo? Habrá personas que te podrán explicar con base en los hechos históricos, políticos y sociales, sin embargo y partiendo de mi mirada, te puedo compartir que la falta de respeto hacia lo que el otro opina causa el conflicto primario sin tener que recurrir a la historia y sólo basta con echar una mirada a Facebook, que por cierto se ha vuelto una plataforma de expresión y demostración de la vida y de lo que pensamos.
Basta con mostrar empatía o solidaridad ante un hecho, cualquiera que este sea para reaccionar y comenzar a juzgar, atacar, mofarse de lo que el otro opina.
¿Cuál es nuestra gran necesidad de tener la razón? ¿No será la falta de reconocimiento lo que nos hace falta? ¿Será que queremos trascender a partir de la imposición de nuestra verdad? Entonces, me pongo a pensar y sí, ¡es verdad! A mí me gusta ser reconocida, pero me detengo y entonces cuestiono, si a mí me gusta serlo, entonces ¿porqué no reconozco al de a lado?
Y creo que por ahí deriva el otro tema que es el que nos han educado bajo la competencia mal entendida que se resguarda bajo el egoísmo y es donde surge la famosa fábula de la cubeta de los cangrejos, ¿la conoces?
Sólo recordaré un fragmento de ella y es que en el mercado, la cubeta del cangrejo mexicano permanece destapada porque en cuánto un cangrejo quiere salir, inmediatamente el otro lo jala hacia abajo para que no lo logre.
Lo mismo pasa con el reconocimiento, ¿por qué reconocer a alguien cuando no me han reconocido a mí? Y esto, desde mi percepción muestra ese profundo egoísmo por que destaquemos unos de otros cuando no tomamos en cuenta que cada uno de los seres humanos somos únicos e irrepetibles y que aunque habemos personas que somos afines, existen otras tantas que no lo son pero que destacan por esas diferencias y hay mucho que aprenderles.
Me gusta creer que podemos ser la mejor versión de nosotros mismos, cada quién destacando en lo que que nos gusta, en lo que nos apasiona, reconociéndonos como un engranaje de solidaridad, respeto y amor.
¿Qué existe el bien y el mal? ¡Eso es indiscutible! Pero creo también que somos más los que creamos el bien.
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