De 15 mil 533 expedientes revisados para el PJ, rechaza Comité 5 mil 795
¡Corrupción e impunidad! Así deben resumirse los hechos ocurridos en Iguala, Guerrero, en donde, jóvenes estudiantes, deportistas y ciudadanos fueron acribillados por policías y sicarios y cuyo resultado se traduce hasta el día de hoy, en seis muertos y cuarenta y tres normalistas desaparecidos.
La tragedia de Iguala, no es solo un botón de muestra de la descomposición social a la que han llevado al país la clase política mexicana. No. Es una tragedia nacional, que refleja la realidad de lo que acontece, en diversos grados, a lo largo y ancho del territorio nacional. Solo la magnitud del incomprensible crimen ha podido detonar la atención de una hastiada sociedad, que a ratos pareciera haber perdido su capacidad de asombro, ante la cotidianidad de los eventos criminales que a diario contempla.
De extrema gravedad resulta saber que ya no son enfrentamientos entre bandas delictivas, o entre corporaciones policíacas y delincuentes las que como “daños colaterales” causas muertes de civiles inocentes, sino de delincuentes y policías en contra de la sociedad; más grave aún resulta escuchar por enésima ocasión el discurso mediático de las diversas autoridades manifestando su decisión de llegar hasta las últimas consecuencias para encontrar a los culpables y aplicar todo el peso de la ley; de utilizar toda la fuerza del estado para no permitir que semejantes atrocidades queden sin castigo.
De igual forma, por demás patéticas, las declaraciones y posturas de las fuerzas políticas para el control de daños, deslindándose y pidiendo perdón a la sociedad, en un afán de salir de la crisis conservando sus posiciones políticas y viendo más al inmediato futuro electoral que a la tragedia misma. ”Lo que de noche se hace, de día aparece”, sentenciaba repetidamente el emérito maestro Rafael C Haro, (formador de muchas generaciones de michoacanos, en el Tecnológico, en la Universidad y en la Normal de Morelia) , para evidenciar a diario, que los acontecimientos no son fortuitos; son el resultado de acciones y antecedentes que muchas veces se tejen en la tenebra y en la obscuridad de la noche,; sin embargo, lo que ahora tenemos ante nuestros ojos, fue construido a plena luz del día; eso sí, bajo la indiferencia y omisión de unos y lo más grave, con la complicidad y colusión de otros.
El problema de las fuerzas políticas en México, es que no hay quien tenga autoridad para arrojar la primera piedra. El poder los hace iguales y en cuanto se hacen de él, olvidan principios y promesas, confiados en que la sociedad mexicana carece de memoria histórica y los hechos pronto se olvidan.
Frente a estos hechos sin nombre en los que hay muchas más interrogantes que respuestas, no puede escapar la rememoración de Acteal, de Aguas Blancas, de San Fernando, de Pasta de Conchos , de la guardería ABC, vamos, de la Plaza Melchor Ocampo aquí en Morelia, hechos que han pasado a ser solo estadística de la violencia, sin que haya habido justicia, bueno ni siquiera reparación y ayuda a los afectados. Por ello solo nos queda reflexionar y preguntarnos: Después de Iguala, ¿¿qué sigue??
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