En prisión, imputados por hechos en Los Cantaritos
En unas cuantas horas el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, viajará al corazón del infierno tamaulipeco. Llegará a Reynosa para anunciar un nuevo plan de emergencia en apoyo al estado norteño… donde la violencia no cesa desde hace una década.
La crisis de inseguridad en Tamaulipas inició entre 2004 y 2005 como resultado de disputas territoriales entre el Cártel de Sinaloa y el Cártel del Golfo (CDG) por medio de Los Zetas, su brazo armado. Los Zetas se separaron del CDG en 2010 para formar su propio cártel.
Las últimas semanas han sido sangrientas. 70 muertos en 40 días, es el saldo de los combates en una guerra con varios rostros.
Según Osorio Chong, la violencia en Tamaulipas ha recrudecido debido a los golpes de la autoridad contra las bandas del crimen organizado. Otra versión –que no se contrapone con la historia oficial– advierte un nuevo enfrentamiento entre integrantes del CDG y Los Zetas –el viernes en Reynosa– en el cual fue abatido Galdino Mellado Cruz –el Z-9– segundo mando y fundador del grupo criminal. Esto fue confirmado por el Comisionado Nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido.
La violencia en Tamaulipas no es novedad. Los narcobloqueos y balaceras ocurridas en el último mes son parte del nuevo brote infeccioso de una enfermedad crónica. Es secuela de aquella crisis que cimbró los cimientos del gobierno el 28 de junio de 2010 cuando fue asesinado el candidato priista Rodolfo Torre Cantú. A partir de entonces las malas noticias no paran: el hallazgo de 193 cadáveres en fosas clandestinas del municipio de San Fernando –abril de 2011– y cuatro años después con la masacre de 74 migrantes en la misma localidad.
El plan federal de emergencia tampoco es el primer intento por llevar la paz al suelo tamaulipeco. En febrero de 2011 el presidente Felipe Calderón anunció el reforzamiento de la seguridad en el estado con el envío de cuatro batallones del ejército. El resultado fue relativamente positivo. Si bien una calma engañosa comenzó a sentirse en la entidad, el problema no se resolvió. El Gobernador Egidio Torre Cantú –heredero de la desgracia– no ha logrado en más de medio sexenio reorganizar las estructuras políticas y de seguridad del estado.
Tal y como ocurre en Michoacán, Tamaulipas padece una aguda anemia institucional; un gobierno indolente, débil, ciego, sordo y mudo.
El crimen está en todos lados, aún cuando los titulares de la prensa se concentran en Reynosa y Tampico por la repetición de enfrentamientos entre grupos criminales. No debemos obviar el asesinato de Salvador de Haro Muñoz, director de la Policía Estatal Acreditable –ocurrido la semana anterior– quien junto con otras cuatro agentes perdió la vida en una emboscada; entre los asesinos se señala a José Manuel López Guijón, jefe de escoltas del Gobernador Torre Cantú.
La sociedad tamaulipeca está harta. La movilización del domingo en Tampico –segunda en un mes– no puede detener la barbarie pero al menos la hace evidente; 12 mil ciudadanos demuestran que el miedo ha dado paso a la indignación… y a la pregunta: ¿dónde está el Gobierno?.
La crisis de seguridad en Tamaulipas ha trascendido al ámbito internacional… y tanto, que el diario británico The Guardian califica a la entidad norteña como un estado fallido, sin ley ni autoridad. Apunta además que Tamaulipas ha sido punto focal en la guerra contra as drogas por ser uno de los enclaves para el trasiego de drogas y el tráfico de indocumentados hacia el norte… y de armas y dinero hacia el sur.
La estrategia federal para Tamaulipas será compleja, distinta a la diseñada para otras entidades. No sólo involucrará a fuerzas federales con autoridades locales sino también la coordinación con estados vecinos. Veracruz, San Luis Potosí y Nuevo León habrán de integrarse al último intento por rescatar Tamaulipas del naufragio.
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