
Poder y dinero
México-EU: nuevas relaciones
son las mismas de dependencia
Mientras el nuevo secretario de Estado dio la bienvenida al gabinete mexicano de
seguridad con el argumento de que empezaba una nueva era en las relaciones bilaterales,
el secretario de Comercio y el propio presidente Donald Trump dejaron muy claro que no
hay nada nuevo en las relaciones bilaterales que seguirán siendo asimétricas y
dependientes de los intereses nacionales e internacionales de la Casa Blanca.
Las relaciones entre las dos naciones vecinas con una frontera de más de 3,200 km
de largo han dependido de los intereses y enfoques de seguridad nacional de Washington,
lo quieren entender en México o lo disfracen con argumentos del nacionalismo defensivo.
Pero de manera determinante, las relaciones bilaterales están fijadas por la dependencia
económica y productiva de México respecto de Estados Unidos.
El presidente Carlos Salinas de Gortari entregó la soberanía mexicana a la
subordinación a los intereses estadounidenses, como en esta columna se ha insistido de
manera recurrente en el contenido del Memorándum Negroponte de 1991: el tratado
comercial ató los intereses estadounidenses como piedra al cuello de la soberanía
mexicana.
El presidente López Obrador enarboló la bandera del fin del proyecto económico
neoliberal salinista, pero en los hechos refrendó los mecanismos de dependencia
mexicana respecto a los intereses nacionales y geopolíticos de EU a través del
cumplimiento del Tratado. Y sin darle más vueltas al asunto, el T-MEC es la esencia de la
estructura dependiente de México y de definición de un proyecto neoliberal de desarrollo.
Las concesiones del Gobierno de la presidenta Sheinbaum a Estados Unidos en
materia de seguridad solamente han aclarado las dimensiones de la dependencia
heredada desde el modelo priista-panista de mercado hasta la incapacidad de la 4T para
redefinir el modelo de desarrollo y dejar de depender de los vaivenes presidenciales en la
Casa Blanca.
Más que una nueva era en las relaciones, Trump y Marco Rubio han definido los
criterios estadounidenses de la relación bilateral: o México cumple con las exigencias de
EU en materia de migración, seguridad, narcotráfico y colchón geopolítico en la frontera
estadounidense del sur o se utilizarán los instrumentos comerciales muy estrictos del
Tratado para obligar a México a su ordinar su seguridad nacional y sus intereses locales a
las prioridades estadounidenses.
México sí tiene capacidades y posibilidades de replantear las relaciones bilaterales,
pero no sabe cómo romper las relaciones de dependencia comercial y económica con EU
para ejercer su autonomía relativa en intereses geopolíticos y de seguridad nacional. Ante
el dilema de redefinir las relaciones mexicanas de seguridad nacional con Estados Unidos
en función de construir una autonomía económica y comercial de mercado o aceptar los
términos de subordinación del Tratado, Palacio Nacional no tiene una opción de
autonomía de desarrollo que las que le permitan potenciar las capacidades productivas
que están a la vista pero que no han sido construidas para un verdadero nuevo modelo
nacional de desarrollo.
La paradoja de los gobiernos de la 4T es que enarbolaron la bandera del fin del
ciclo neoliberal de desarrollo, pero ingresando al país en una lógica contradictoria de una
mayor política económica estrictamente neoliberal y fondomonetarista y un modelo de
definición del desarrollo a partir de un Estado quebrado financieramente y sin recursos
para construir la capacidad industrial de agropecuaria para competir con el gigante del
norte.
En este punto se encuentran las contradicciones entre el discurso nacionalista de
Palacio Nacional y la dependencia obvia de los intereses estadounidenses; la aplicación de
aranceles mañana martes en mayor o menor medida hundirá a México en un nuevo ciclo
de recesión que le echará a perder las expectativas de resurgimiento económico que
planteo el Plan México como fundamento doctrinario pero sin estructura de construcción
de la capacidad productiva mixta que se requiere para dejar de depender de las amenazas
arancelarias.
Todos los gobiernos estadounidenses de después de la Segunda Guerra Mundial
jugaron en las expectativas mexicanas de autonomía relativa en discurso diplomático,
pero a cambio de que México no se saliera del escudo de seguridad nacional americano.
Ahí se encuentra la explicación del severo y hasta vulgar discurso del nuevo sheriff en el
pueblo –el presidente Trump– para regresar a México al paraguas de los intereses de
seguridad nacional de la Casa Blanca.
Las nuevas relaciones anunciadas por Rubio regresaron a México al marco
referencial de seguridad nacional de EU.
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Política para dummies: la política consiste en aceptar lo que no se quiere decir.
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